lunes, 6 de diciembre de 2010

Maten al león




Nací en 1928 (el 22 de enero) en Guanajuato, una ciudad de provincia que era entonces casi un fantasma. Mi padre y mi madre duraron veinte años de novios y dos de casados. Cuando mi padre murió yo tenía ocho meses y no lo recuerdo. Por las fotos deduzco que de él heredé las ojeras (...)

Al quedar viuda, mi madre regresó a vivir con su familia y se quedó ahí. Cuando yo tenía tres años fuimos a vivir a la capital, cuando tenía siete, mi abuelo, el otro hombre que había en la casa, murió.
Crecí entre mujeres que me adoraban. Querían que fuera ingeniero: ellas habían tenido dinero, lo habían perdido y esperaban que yo lo recuperara. En ese camino estaba cuando un día, a los veintiún años, faltándome dos para terminar la carrera, decidí abandonarla para dedicarme a escribir. Las mujeres que había en la casa pasaron quince años lamentando esta decisión “lo que nosotros hubiéramos querido”, decían, “es que fueras ingeniero”, más tarde se acostumbraron.